Triunfo a través del fracasoJuan 21:1-19
Todos hemos transitado por el valle del fracaso. Pero, ¿Cómo respondemos: nos rendimos y vivimos una vida de derrota, o creemos que Dios puede restaurarnos? La historia del fracaso de Pedro y de su posterior restauración nos da un enorme aliento. Jesús sabía que Pedro fallaría, pero Él había orado específicamente porque la fe de los discípulos no fallara. El Señor le había anticipado a Pedro que su fracaso no sería el fin de la historia; que se levantaría y fortalecería a los demás. Pedro fracasó; pero no era un fracasado. El Enemigo quiere que veamos nuestros fracasos como nuestra identidad, en vez de verlos como el resultado de nuestras acciones. La verdad es que pertenecemos a Dios, y nuestros fracasos nos preparan para ser usados mucho más por Él. El Señor utiliza estos momentos para que demos grandes saltos de avance. Para que el Señor pudiera convertir a Pedro en el líder fuerte y humilde que llegó a ser, el corazón del discípulo necesitaba ser purificado por el quebrantamiento. Cuando construimos muros alrededor de nuestro corazón para impedirle el acceso a Dios, estamos rechazando el quebrantamiento y la sanidad que necesitamos. Si queremos que Dios nos utilice, debemos permitirle que se deshaga de lo que nos impide lograr nuestro máximo potencial para glorificarlo a Él. El fracaso puede ser el catalizador que nos mueva a tener una nueva visión de lo que Dios está haciendo en nuestras vidas. El Señor puede utilizar nuestros fracasos para darnos un nuevo comienzo, junto con una renovada percepción del propósito que Él nos ha dado.
Todos hemos transitado por el valle del fracaso. Pero, ¿Cómo respondemos: nos rendimos y vivimos una vida de derrota, o creemos que Dios puede restaurarnos? La historia del fracaso de Pedro y de su posterior restauración nos da un enorme aliento. Jesús sabía que Pedro fallaría, pero Él había orado específicamente porque la fe de los discípulos no fallara. El Señor le había anticipado a Pedro que su fracaso no sería el fin de la historia; que se levantaría y fortalecería a los demás. Pedro fracasó; pero no era un fracasado. El Enemigo quiere que veamos nuestros fracasos como nuestra identidad, en vez de verlos como el resultado de nuestras acciones. La verdad es que pertenecemos a Dios, y nuestros fracasos nos preparan para ser usados mucho más por Él. El Señor utiliza estos momentos para que demos grandes saltos de avance. Para que el Señor pudiera convertir a Pedro en el líder fuerte y humilde que llegó a ser, el corazón del discípulo necesitaba ser purificado por el quebrantamiento. Cuando construimos muros alrededor de nuestro corazón para impedirle el acceso a Dios, estamos rechazando el quebrantamiento y la sanidad que necesitamos. Si queremos que Dios nos utilice, debemos permitirle que se deshaga de lo que nos impide lograr nuestro máximo potencial para glorificarlo a Él. El fracaso puede ser el catalizador que nos mueva a tener una nueva visión de lo que Dios está haciendo en nuestras vidas. El Señor puede utilizar nuestros fracasos para darnos un nuevo comienzo, junto con una renovada percepción del propósito que Él nos ha dado.
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Génesis 6:1-13
La Biblia dice que Noé caminó con Dios. La relación de Noé con Dios impregnó toda su vida como lo evidenciaron sus actos de obediencia, deliberados y llenos de fe. Caminar en la luz con Dios requiere: •Reconciliación con Dios. La humanidad está espiritualmente muerta desde su nacimiento y, por consiguiente, no es capaz de tener una relación personal con Dios. Con la salvación, nos volvemos vivos espiritualmente y nos reconciliamos con Él. •Confianza. Toda relación tiene que edificarse sobre la base de la confianza; sin ella, no puede haber intimidad. La confianza crece a medida que conocemos más a Dios, y la Biblia es nuestro principal recurso para conocer Sus prioridades, carácter y sentimientos acerca de nosotros. •Estar de acuerdo. Tenemos que estar de acuerdo con el Señor, entre ellas las siguientes: el pecado es destructivo y no cuadra con lo que somos; Jesús, el Hijo de Dios, cuida de nuestra vida; el carácter de Dios es perfecto, y Su Palabra es verdadera; las prioridades de Dios han de ser las nuestras, y Sus mandatos tienen que ser obedecidas; y sin unidad, nos alejaremos de Él. •Compañerismo con Dios. El Señor quiere escucharnos, y también tiene mucho que decirnos. El tiempo es un ingrediente fundamental de comunión con nuestro Salvador. Darle toda nuestra atención es otro aspecto vital del compañerismo con Él. Reconciliación, compañerismo, acuerdo y confianza son los cuatro elementos fundamentales para mantenernos cerca del Señor. No podemos avanzar sin la reconciliación, y los otros tres factores estabilizan nuestra vida espiritual.
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Mateo 6:8-13
Dios expresa Su Paternidad a través de Su deseo de tener un relación íntima con nosotros. Las primeras palabras del Padrenuestro: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre” (v.9), pasan de Su Paternidad a Su santidad. Jesús nos muestra, en una frase, que podemos tener una relación personal con Dios, aunque Él es perfectamente santo y sin imperfección. Podemos pedirle a nuestro Padre celestial que provea para nuestras necesidades de cada día y que perdone del todo nuestros pecados; también podemos pedirle que nos dé el poder de perdonar a los que pecan contra nosotros. Si estamos quietos delante de Dios, podremos sentir Su presencia, y el Señor nos revelará más quién es Él. También entenderemos Su deseo de comunicarse con nosotros y de mostrarnos Su amor. Podemos tener la confianza de que Él nos oye. Si no nos oyera, ¿porqué habría dicho Jesús: “Pedid, y se os dará”? El amor incondicional de Dios es la expresión más maravillosa de Su Paternidad: Su amor por quienes lo aceptan no es diferente a Su amor por quienes lo rechazan. Lamentablemente, quien lo rechaza se coloca en una situación en la que no puede disfrutar de este amor divino. Pero si “permanecemos” en el amor incondicional de Cristo, siguiéndole a Él, podemos disfrutar de la plenitud de ese amor (Jn. 15:9-11). El Señor promete estar con nosotros para siempre (Jn. 14:16-18). ¡Qué maravilloso es tener a un Padre que nos conoce íntimamente, que habla con nosotros, y que nos ofrece un amor incondicional que jamás cesará!
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