La disciplina divinaHebreos 12:5-11
¿Cómo disciplina un Padre celestial amoroso a uno de Sus hijos? Dios envía la corrección para crear santidad personal. No nacimos santos, pero como creyentes, el propósito es que nos asemejemos a Dios. Por tanto, el Padre celestial nos prepara para que reconozcamos las cosas que son extrañas a Su carácter, para que las eliminemos de nuestra vida. A veces, este método es el doloroso resultado de nuestro propio pecado. A ningún niño, por supuesto, le gusta una zurra, y Dios tampoco espera que a nosotros nos guste la disciplina. Sin embargo, nuestra reacción es importante, razón por la cual el apóstol Pablo nos dice que no despreciemos la instrucción. Cuando la mano correctiva de nuestro Padre celestial cae sobre alguna área de nuestra vida, tenemos que ocuparnos de la situación y hacer los cambios necesarios para poder madurar en nuestra fe. La tentación de desanimarnos es muy grande, pero Pablo nos da una sencilla promesa para animarnos: “El Señor al que ama, disciplina” (v. 6). Cuando pecamos, la actitud de Dios no es de desencanto o de ira. Él es un Padre amoroso que está pendiente del bienestar de Sus hijos. Por tanto, Él disciplina compasivamente de la misma manera como debe hacerlo un padre. Un padre humano no quiere que su hijo crezca siendo rebelde. Para evitar esto, el padre disciplina a su hijo por amor. De la misma manera, nuestro Padre celestial quiere darnos lo mejor que Él tiene. La disciplina crea el deseo de obedecer y un espíritu de sumisión que Dios puede utilizar para producir la santidad personal en cada creyente.
(en contacto)
¿Cómo disciplina un Padre celestial amoroso a uno de Sus hijos? Dios envía la corrección para crear santidad personal. No nacimos santos, pero como creyentes, el propósito es que nos asemejemos a Dios. Por tanto, el Padre celestial nos prepara para que reconozcamos las cosas que son extrañas a Su carácter, para que las eliminemos de nuestra vida. A veces, este método es el doloroso resultado de nuestro propio pecado. A ningún niño, por supuesto, le gusta una zurra, y Dios tampoco espera que a nosotros nos guste la disciplina. Sin embargo, nuestra reacción es importante, razón por la cual el apóstol Pablo nos dice que no despreciemos la instrucción. Cuando la mano correctiva de nuestro Padre celestial cae sobre alguna área de nuestra vida, tenemos que ocuparnos de la situación y hacer los cambios necesarios para poder madurar en nuestra fe. La tentación de desanimarnos es muy grande, pero Pablo nos da una sencilla promesa para animarnos: “El Señor al que ama, disciplina” (v. 6). Cuando pecamos, la actitud de Dios no es de desencanto o de ira. Él es un Padre amoroso que está pendiente del bienestar de Sus hijos. Por tanto, Él disciplina compasivamente de la misma manera como debe hacerlo un padre. Un padre humano no quiere que su hijo crezca siendo rebelde. Para evitar esto, el padre disciplina a su hijo por amor. De la misma manera, nuestro Padre celestial quiere darnos lo mejor que Él tiene. La disciplina crea el deseo de obedecer y un espíritu de sumisión que Dios puede utilizar para producir la santidad personal en cada creyente.
(en contacto)
Comments