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Me lo compartio el hermano Efrain Lemus LA DIFERENCIA ENTRE “CLÉRIGOS” Y “LAICOS”

LA DIFERENCIA ENTRE “CLÉRIGOS” Y “LAICOS”, MUY COMÚN EN ALGUNOS CÍRCULOS RELIGIOSOS, CARECE DE FUNDAMENTO ESCRITURARIO.
Todos los creyentes son sacerdotes.
Por: Efraín Lemus
Es muy frecuente, hoy día, escuchar y leer en los enunciados de muchas iglesias, las palabras “clérigo” y “laico”. Al vocablo “clérigo” (griego kléros), casi siempre lo asocian con un ministro ordenado que tiene cierta autoridad sobre la grey de Dios. Esta palabra, ha venido a ser, no pocas veces, utilizada y publicitada como sinónimo de uno que tiene incuestionables prerrogativas y privilegios, concedidos por Dios, para gobernar a su pueblo debido a su pertenencia a una casta sacerdotal exclusiva, que el pueblo común no ostenta. Por otro lado, la palabra “laico” (griego Laós), está más bien relacionada con creyentes que pertenecen a una categoría de posicionamiento o de liderazgo dentro de la iglesia pero que de ninguna manera se equiparan con los kléros. Se refiere a alguien que puede, servir a Dios, pero en un nivel menor, un nivel de bajo perfil, como por ejemplo un obrero, un discípulo a quien se le pueden delegar ciertas funciones dentro de la esfera eclesiástica pero que no está capacitado, ni autorizado, para desempeñar funciones de mayor responsabilidad. Como éste es un tema, sin duda, importante de tratar, consideramos que merece ser analizado con más profundidad, por eso en lo siguiente nos ocupamos de tal efecto.
Comenzamos con W. E. Vine una autoridad en el conocimiento del idioma griego. Vine dice que el vocablo griego kléros, “suerte”, señalaba inicialmente una suerte dada o echada, como un medio de obtener una instrucción divina”. Como en el caso de la elección de Matías el apóstol sucesor de Judas (Hechos 1:26). El término puede referirse tanto a los creyentes como pertenencia exclusiva de Dios, así como a aquellos cuya porción es el Señor. Al hacer una exégesis de tal término en el Nuevo Testamento, notamos que nunca se utiliza para una clase restringida en la iglesia, separada de los demás. Más bien su uso se generaliza y universaliza a “la herencia de Dios”.
El exegeta doctor Horacio Alonso, hace un análisis de los dos términos “clérigo” y “laico” extraídos de los textos de 1 de Pedro.
La palabra aparece en 1 P. 5:3: ‘No como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey’.
Allí, en ‘los que están a vuestro cuidado’ Se utiliza el plural de Kleros, indicando al pueblo de Dios como un todo. Este sentido es fundamental, y varios exegetas lo destacan. Earle señala que la traducción correcta es ‘aquellos confiados a nosotros’. El sentido es pues que se refiere a los hermanos que integran el pueblo de Dios, que han sido confiados al cuidado de los ancianos de las iglesias (v.1). La referencia a ‘las heredades de Dios’ es a las porciones asignadas a los ancianos’. Por otra parte, en 1 P. 2:9 aparece el vocablo griego Laós, pueblo, que denota también a ‘todo el pueblo de Dios’. En sentido figurado indica a la comunidad cristiana. Queda claro que los vocablos ‘laico’ y ‘clero’ no tienen en la Escritura el sentido diferenciado que hoy se les da en el cristianismo en general. Ambos vocablos significan lo mismo, ‘pueblo de Dios’, ‘todo el pueblo de Dios’, sin excepción.

De la misma manera, el gran teólogo y erudito Francisco Lacueva, destaca que: “Los textos de 1 Pedro 2:9-10 y 5:3 identifican a ambos vocablos, puesto que Laos es ‘pueblo de Dios’ y Kleros son ‘las heredades de Dios’, que han de ser apacentadas por los pastores”. La diferencia, pues, que frecuentemente se hace entre “laicos” y “clérigos” carece de fundamento bíblico. En el transcurso de la historia de la iglesia, la palabra “laico” llegó a usarse para designar a aquellos que no han sido específicamente ordenados para el ministerio, pero esto constituyó una deformación del sentido bíblico original. No tiene sentido diferenciar así a los creyentes, porque todos son sacerdotes y todos constituyen el verdadero pueblo de Dios. Después de que los apóstoles habían muerto, se comenzó a hacer una falsa distinción entre los que se encargan de las tareas del ministerio en la iglesia, y fue así como surgió la idea tardía de “laicos”. Como bien lo matiza Horacio Alonso en su exhaustiva investigación sobre el origen de los términos producto de nuestro análisis:
En la época de Tertuliano el término ‘clérigo’ distinguió a esos ministros ‘ordenados’ por la iglesia. ‘El sacerdocio universal, basado en aquella comunión y relación inmediata mantenidas por todos los creyentes con Cristo como la fuente de la vida, fue reprimido al propagarse la idea de que existe un sacerdocio mediatorio atribuible a un orden distinto’. Este es el origen de la distinción antiescritural entre ‘laicos’ y ‘clérigos’, que oscurece, para muchos, la posición que Dios les ha asignado y que hace presumir, a otros, que poseen una prerrogativa sobre sus hermanos que no es tal porque, en todo caso, el sacerdocio es universal en la iglesia.

A este tenor, Catalina de Padilla, escribiendo un artículo muy interesante en el libro Bases Bíblicas de la Misión editado por C. René Padilla nos habla del origen de la palabra “laico”:
Esta palabra no se encuentra en el Nuevo Testamento. Aparece por primera vez en escritos cristianos recién alrededor del año 95, cuando Clemente de Roma hace una diferenciación entre los sacerdotes y los miembros de la iglesia, en su Primera Epístola a los Corintios, capítulo 40. Algunos ven también una diferenciación entre los clérigos y los miembros comunes de la iglesia en las palabras de Justino Mártir (siglo 2), cuando describe el culto cristiano y se refiere a la función del presidente y la respuesta del pueblo en su Primera Apología capítulo 67.

Más adelante, en su mismo artículo, Catalina de Padilla argumenta sobre la palabra “laos”, pueblo, de donde se deriva la palabra “laico”. Señala que: “Es muy dudoso que en el periodo narrado en el Nuevo Testamento se haya practicado la ‘ordenación’ que divide un grupo de líderes del resto de laos, el pueblo de Dios, y jerarquiza esta división”. Debemos destacar que: “Mientras que debe haber liderazgo pastoral en la iglesia, no debe haber diferencias entre el «clero» y los «laicos», donde los primeros se enseñorean sobre los segundos.
La señora de Padilla concluye con una singular exhortación:
Si el término laos habla de la naturaleza de toda la iglesia, el pueblo de Dios, un reino y equipo de sacerdotes, la iglesia moderna debería hacer todo lo posible para deshacerse de la división marcada entre “clérigos” y “laicos”, a la vez que enseña y vive la realidad del sacerdocio de todos los creyentes y enfatiza la unidad de la iglesia en misión. Toda practica que aumente la diferenciación entre “clérigos” y “laicos”, como por ejemplo, la ordenación de pastores solamente, debería examinarse a la luz del Nuevo Testamento.

Y no es para más, ya que de acuerdo con el erudito Wilton Nelson, el Nuevo Testamento jamás usa el título de sacerdote para el ministro de la iglesia. Esta costumbre, aunque empezó temprano en la historia de la iglesia (1 Clemente, La didajé, etc.), carece de base puesto que todo creyente es sacerdote. Por cuanto todos los miembros del cuerpo de Cristo son así dotados y llamados al sacerdocio, no existe jerarquía en la Iglesia, ni división entre clero y laicos. Lo que sí existe es una armónica distribución de los dones y ministerios, ejercidos en mutuo amor y sumisión los unos a los otros (1 P. 4:10-11)” (Samuel Vila y Santiago Escuain).

Conviene destacar, otra vez, la apreciación de W. E. Vine, quien magistralmente expone:
Todos los creyentes, procedentes tanto del judaísmo como de la gentilidad, están constituidos «un reino de sacerdotes» (Ap 1.6); «sacerdocio santo» (1 P 2.5), y «real» o regio (v. 9). El NT no conoce nada de una clase sacerdotal en contraste a los laicos; todos los creyentes deben ofrecer los sacrificios mencionados en Ro 12.1; Flp 2.17; 4.18; Heb 13.15, 16; 1 P 2.5.

Como apéndice a lo señalado consideramos fundamentales las palabras de Francisco Morillo:
Cristo rompe el Velo para que todo el pueblo pueda ver lo que hay en el lugar santísimo y ya no haya personas que tengan más derecho a estar en la presencia de Dios que otras: "Así que, hermanos tenemos libertad para entrar en el Lugar santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que Él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne" (Hebreos 10.19-20). Todo el que se convierte a Dios puede entrar en el lugar santísimo como cualquier sacerdote, ya que Cristo ha roto ese velo que impedía el paso a los que no lo fueran según la Ley.

Concluimos, entonces, que desde el punto de vista bíblico, queda claro, que todo aquel que ha tenido un encuentro personal con el Señor Jesucristo, es un sacerdote delante Dios. Ese sacerdocio, aunque en su carácter y en su llamado, no es igual al del Antiguo Testamento; no es tampoco, inferior, pues es evidente que es el mismo Dios quien constituyó los dos tipos de sacerdocio, el aarónico y el melquisedeciano.
Es obvio que al haber cambio en el orden sacerdotal con relación al Antiguo Testamento, han sido rotas las distinciones y jerarquías que bajo el Antiguo Pacto había.
Ahora ya no hay una clase especial que se enseñoree de la grey. Ahora ya no hay intermediarios humanos que tengan que interceder por nosotros cuando ofendemos a Dios. Ya no hay, ni un mecanismo, ni una metodología establecida, sobre los cuales tengamos los creyentes que dirigirnos a Dios, porque Cristo, nuestro Sumo Sacerdote (He. 4:14), y el Espíritu Santo (Ro. 8:26), son autosuficientes para encausar a la iglesia hacia una íntima relación con nuestro Creador, y cada creyente multifacéticamente tiene acceso a la presencia de Dios.
Por las bases bíblico-teológicas que hemos presentado; por el análisis exegético e histórico sobre el sacerdocio expuesto; por las autoridades en el campo de la investigación, expertos en crítica textual, y estudiosos de las lenguas originales a quienes hemos consultado; y, porque la diferencia entre “clérigos” y “laicos” hace violencia al texto y al contexto escriturario de la doctrina del sacerdocio de todos los creyentes; y, sobre todo, porque tal interpretación dejaría a Dios, en la posición de alguien que hace acepción de personas -algo inaudito-, que es exclusivista y selectivo, -cosa totalmente aberrante-, que actúa con un corazón con inclinación parcialista y preferencial promoviendo él mismo el clasismo y caciquismo dentro de la iglesia -completamente falso-, que da prioridad a unos en menosprecio de otros y actúa de una manera injusta -cosa que no va de ninguna manera con el Dios de amor y justicia que las Escrituras describen, baste señalar unos pocos textos bíblicos para demostrarlo-; rotundamente y conclusivamente afirmamos que la diferencia entre “clérigos” y “laicos” es insostenible, por tanto debe ser rechazada.
“Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén.

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